miércoles, 20 de noviembre de 2013

Como porro que se consume fue nuestra historia, quizá un cuento corto sin moraleja que lo termine, pues abierto se quedó o se perdieron páginas, no diste final a ese momento de amor palpable, una gota de sangre que dió color al dolor, un mar de lágrimas en mi almohada cada noche, un constante ramadán  en el arte de comernos a besos en los desayunos.


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