sábado, 27 de enero de 2018

La primera persona del plural quería...


  Con tornillos y cuerda fabricar la mejor máquina del mundo
  Se trataba de adherir cada nota y clavarlas a la pared, sobrepuestas a las cuerdas.
  Volcar revolución en ese cajón ordenado lleno de rutina y heridas con alcohol.
  Pensaba en India, América y París.
  Eran los funambulistas del alambre del caldero que cuelga de esta ventana.
 

  Oh, esta ventana, observadora de besos versados en hilantes abrazos de gusano.
  Oh, cristal mojado por las gotas de tus ojos cansados, de alma ojerosa.
  Oh, Madera calada, por unos huesos con intención de cerrar puertas y abrir destellos.

  Pero... Y qué hemos conseguido?
  Hojas olvidadas en una carpeta de incendios.
  Otro expediente más cerrado en una estantería con polvo.
  Y una lágrima que intercede en el cristal cuando llueven las demás gotas del cielo.
 
  Podíamos haber sido, pero sencillamente aún somos un nudo que se deshace con mirarle del revés.
  Es una cuerda vieja, rota y gastada, que toma esperanza en sus dos últimos hilos cuerdos y rectos.
  Si tu tiras yo aflojo, y así podemos jugar en la eternidad, sin mirarnos, pero al fin y al cabo volcando este mar.

  Y ahora está todo perdido, no hay tiempo para limpiar el estropicio.
 
 
 

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